EL ALBATROS (Charles
Baudelaire)
Por
divertirse, a veces, la gente marinera,
atrapa los
albatros, grandes aves del mar,
que siguen,
indolentes compañeros de viaje,
al navío que
surca los amargos abismos.
Cuando
apenas han sido dejados en cubierta,
los reyes
del azur, torpes y vergonzosos,
sus grandes
alas blancas tristemente abandonan
semejantes a
remos, cayendo a sus costados.
¡Qué torpe y
débil es el alado viajero!
¡Él, antes
tan hermoso, cuán cómico y cuán feo!
Uno el pico
le quema acercando una pipa,
otro
renqueando imita, al cojo que volaba.
El poeta es
igual a este rey de las nubes
que habita
la tormenta y ríe del arquero;
exiliado en
el suelo, en medio de abucheos,
sus alas de
gigante le impiden caminar.
CORRESPONDENCIAS (Charles
Baudelaire)
Naturaleza
es templo donde vivos pilares
dejan salir
a veces sus confusas palabras;
por allí
pasa el hombre entre bosques de símbolos
que lo
observan atentos con familiar mirada.
Como muy
largos ecos de lejos confundidos
en una
tenebrosa y profunda unidad,
vasta como
la noche, como la claridad,
perfumes y
colores y sones se responden.
Hay perfumes
tan frescos como carnes de niños,
dulces como
el oboe, verdes como praderas,
y hay otros
corrompidos, ricos y triunfantes,
que la
expansión poseen de cosas infinitas,
como el
almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso,
que cantan
los transportes del alma y los sentidos.






















